Una costa con un millar de paisajes - De Meco a Espichel
La playa del Molino de Baixo, más conocida como Meco, debido a la proximidad de la aldea con el mismo nombre, se distingue por los extensos arenales que se prolongan hasta la Playa de las Bicas, y se hizo conocida por ser una de las primeras playas de nudismo de Portugal. Después de las Bicas, surge una costa escarpada que dibuja el paisaje hasta el majestuoso Cabo Espichel.
Do Meco a Espichel
Tras Meco y Rio de Prata, la playa de arena se va haciendo más estrecha y va creando una división natural entre Rio de Prata y la playa de Bicas. Un chorro de agua helada que sale de la roca da explicación al nombre de la playa (Bicas). Notamos que el surf ya no se da tanto en la costa sino más adentro en el mar. El Mar está moteado de puntos oscuros que se pueden reconocer fácilmente por los surfistas. Este es uno de los mejores lugares en la región para practicar el surf, pero aquellos que las conocen dicen que solo los más expertos deberían aventurarse a estas aguas.
Bicas es el final de la línea. Es aquí donde acaba la larga playa de arena que se extiende desde Costa de Caparica. Hubo tiempos en los que esta fue la ruta empleada por los campesinos para coger madera, verduras y algas para ungüentos y mediciones para el mercado de Almada.
De aquí, para continuar a lo largo de la costa de Sesimbra, hemos de andar hasta la cima del acantilado.
Un sendero que fluye hasta la boca del rio.
Tras unos kilómetros, el ascenso a Bicas, es un obstáculo formidable. A pesar de ello, sabemos que en la cima encontraremos una de las más bellas rutas para andar en el área y esto nos da el corage suficiente. No es necesario contar con un gran sentido de la orientación ni con un GPS ya que hay una gran ruta de senderismo bien construida y adecuadamente delimitada. Las líneas blancas y rojas nos guiarán con seguridad a lo largo de la ruta. El aire del mar, mezclado con la vegetación, nos da un toque unico en nuestro camino y en poco tiempo alzancaremos el estuario, una playa protegida por un enorme acantilado que es tan amenazante como acogedora. Cerca del mar podemos observar una formación rocosa extendiendose a lo largo de la costa. Siguiendo estas rocas oscuras, en direción sur, nos encontraremos con las ruinas del antiguo fuerte de San Pedro de Foz, una fortificación del siglo diecisiete que en su día se empleó para proteger el Santuário do Cabo (Santuario del Cabo).
El Santurario do Cabo a la vista
Una pequeña playa escondida en la roca nos invita a arriesgar un sendero peligroso, pero con prudencia, elegimos seguir la ruta por Aguncheiras. La costa es escarpada y ventosa, pero el camino a pie es cómodo. El cielo es claro y cuando miramos atrás vemos la perfecta curva que describe el camino hasta Bugio. Un crupo de ciclistas nos adelanta y un poco mas alante es nuestro turno para adelantar a algunos senderistas.
Las huellas de dinosaurio
Poco antes de llegar al santuario, nos encontramos con las famosas huellas de dinosaurio de la playa de Lagosteiros (pescadores de bogavante). A pesar de su nombre, la playa se hizo conocida por sus algas marinas que eran recolectadas para realizar medicinas y cosméticos. El mar se halla aparentemente manso, pero bajo ningún concepto apropiado para el baño. Según la leyenda, tras el hundimiento de un barco, una mula salvó la imagen de nuestra señora, escaló con ella y la situó donde hoy se situa la Ermida da Memória, una capilla del siglo quince. Las masrcas en la roca, identificadas como huellas de dinosaurio, son según esta versio, la ruta tomada por la mula. Una playa diferente al resto que nos hace sentirnos pequeños y que nos transporta en el tiempo. Subiendo, dejaremos atrás el santurario y el faro llegando al final del municipio por su costa oeste, que es exactamente 17.916 kilómetros de larga.
A parte del Algarve, Sesimbra es el único sitio en el Portugal continental con costa encarada al sur. La ruta es sinuosa en esta área y a pesar de estar marcada y señalada hasta el Fuerte de Santo Domingos da Baralha, la presencia de un guía experimentado nos hará sentirnos más relajados. Andaremos por una carretera de albero rojo y volveremos con las familias de senderistas, esta vez amarillas y rojas, ya que esta era la ruta pequeña.
El suelo es empinado, traicionero y requiere prestar atención. El contraste entre las verdes colinas y el azul del mar se acentúa y hace que merezca la pena. En la distancia, embarcaciones recreativas van dejando un rastro de espuma en la superficie mientras que a unos 18 metros por debajo se halla el River Gurara, un barco hundido en los 90 que hoy en día es uno de los sitios favoritos de los submarinistas.